VIDA DE DON BOSCO

Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Italia, en un pequeño caserío de Castelnuovo D’Asti, cerca de Turín, en el Piamonte, llamado popularmente “I Becchi”.

Antes de cumplir los dos años de edad, sufrió la muerte de su padre. La orfandad y la pobreza constituyeron su infancia. Su madre, Mamá Margarita, viuda a los 29 años se puso al frente del hogar familiar. Ella fue para Don Bosco, un ejemplo de vida cristiana y una figura referencial para toda su vida.

A los 9 años Juan tuvo un sueño que fue un primer indicio de sus búsquedas vocacionales y del proyecto que Dios tenía para él y para millones de jóvenes de todo el mundo. Siendo todavía muchacho, Juan empezó juegos de destreza para sus amigos, aprendidos con gran esfuerzo, y alternaba esto con su trabajo y la oración. Juan creció con muchas dificultades, trabajando de día y pasando las noches con los libros.

Con la ayuda de personas muy concretas descubrió la paternidad de un Dios que lo sostuvo y lo acompañó en lo cotidiano. El Padre Juan Calosso atendió sus necesidades de contención y lo inició en los estudios para el sacerdocio, estudios que le costaron esfuerzo, a tal punto que tuvo que dejar su hogar por la oposición de su hermano Antonio, quien quería que Juan trabajara en el campo. A la muerte de Don Calosso, las ciudades de Castelnuovo y Chieri fueron los lugares donde Juanito estudió y trabajó en preparación para el sacerdocio. Dando clases particulares, siendo mozo de café, aprendiz de sastre y otros oficios, Juan se fue costeando los estudios, con la ayuda de su madre.

Siendo seminarista en Chieri, tuvo la idea de formar la “Sociedad de la Alegría”, que reunía a jóvenes de la ciudad, haciendo una experiencia de la amistad compartida y ayudando a cumplir con el deber cotidiano y a mirar la vida desde la fe. En junio de 1841, a los 26 años de edad fue ordenado sacerdote. El Padre José Cafasso, su confesor y padre espiritual, lo ayudó a ir al encuentro de los jóvenes más abandonados de Turín. En una primera instancia comenzó visitando y atendiendo a los jóvenes que poblaban la cárcel; dándose cuenta que eran chicos buenos, pero que llegaban a esa situación porque nadie se ocupaba de ellos, nadie los orientaba ni ayudaba.  Juan Bosco entendió que llegaba tarde a la vida de estos jóvenes, por la cual se propuso atenderlos preventivamente.

A sus 26 años de edad comenzó a ocuparse de esos chicos de la calle, primero en la Residencia Sacerdotal en la que se encontraba, más adelante en dos habitaciones de un hospitalito del que Don Bosco era capellán. Pero los chicos molestaban, sus gritos y diversiones hacían que los vecinos mostraran su disgusto. Así fue que Don Bosco se vio obligado a ir de un lugar a otro. Cada domingo los reunía donde podía. Alrededor de trescientos muchachos seguían a ese cura, porque los cuidaba, los atendía, los quería. Por fin logró comprar un galponcito en un barrio de la ciudad de Turín. De allí ya nadie lo iba a poder echar. Lo inauguró el día de Pascua de 1846. Don Bosco tenía 31 años. Sus sueños empezaban a hacerse realidad. Tenía un lugar propio donde acoger a sus chicos, especialmente a los huérfanos.

A ellos se entregó con tal fuerza que su salud se quebró. Entre los centenares de chicos que recibía  corrió la voz “Don Bosco está enfermo y se muere”. Y la ciudad de Turín contempló anonadada a aquellos jovencitos que rezaban sin parar ante la patrona de la ciudad, la Virgen de la Consolación, pidiéndole por la salud del cura que les amaba y se preocupaba por ellos. Una semana estuvo entre la vida y la muerte. Las oraciones de aquellos chicos fueron escuchadas. Don Bosco sanó y comprendió  que su vida se la debía a los rezos de sus muchachos. Y cuando pudo regresar y estar en medio de ellos les dijo (y lo cumplió hasta su muerte) “Mi vida será para Ustedes”.

Y de aquel Oratorio (así llamaba Don Bosco a su Obra), nacieron otros dos más en la ciudad de Turín. El Señor y María Auxiliadora le iban mandando los medios económicos para sostener sus obras. En ellas fue levantando aulas, talleres para sus chicos, iglesias, teatros, campos de deportes. Los fue educando en la honradez y en la fe cristiana, sobresaliendo su devoción a la Virgen, de la que Don Bosco fue un enamorado. Se desarrolló así el famoso Sistema Preventivo. “Estad con los muchachos, prevenid el pecado por medio de la razón, la religión y el amor lleno de cariño. Convertíos en santos educadores de santos. Nuestros chicos deben darse cuenta que son amados”. El joven Domingo Savio es el primer fruto del Sistema Preventivo de Don Bosco.

Para llevar adelante tanto trabajo necesitó colaboradores. La primera fue su madre, Mamá Margarita, que cuando pudo haber vivido tranquila los años de su vejez, pues todos los hijos tenían su vida hecha, le dedicó los diez años últimos de su vida, convirtiéndose en la madre de toda aquella muchachada, que cariñosamente siempre la llamó “mamá”. A ella le siguieron muchos de los jóvenes que acudían al Oratorio.

Junto a un grupo de estos jóvenes, el 18 de diciembre de 1859, a los 44 años y con la ayuda del Papa Pio IX, Don Bosco fundó la Congregación Salesiana. Desde los talleres y las aulas de Valdocco, su obra se fue expandiendo, primero por el Piamonte, Italia, y luego a otros países de Europa: primero a Francia y luego a España e Inglaterra y  a América del Sur, llegando a nuestra Argentina en el año 1875.

En el año 1872, con una joven apóstol, María Dominga Mazzarello, Don Bosco fundó el Instituto de la Hijas de María Auxiliadora, para realizar con las chicas el trabajo  que estaba realizando  con sus muchachos.

Un año después de mandar los primeros salesianos a la Argentina, en 1876, creó “los Cooperadores Salesianos”, personas laicas que, viviendo en sus familias, ejerciendo sus profesiones  en la sociedad, deseaban  trabajar en bien de los jóvenes, con el estilo y espíritu de  Don Bosco.

Tanto esfuerzo y trabajo desgastó la  fibra y la salud de Don Bosco. Dejaba este mundo el 31 de enero de 1888, siendo sus últimas palabras para sus jóvenes y que expresaban todo el ideal de su vida: “Les espero a todos en el paraíso”. El Papa Pio IX, que lo había conocido, lo beatificó en 1929 y lo canonizó el 1° de abril de 1934. En el centenario de su muerte, el Papa Juan Pablo II lo declaró “Padre y Maestro de la Juventud”.

Esta es una apretada síntesis de la Vida de Don Bosco, patrono de la Patagonia. La vida de una persona entregada a los jóvenes, sensible a sus necesidades. La vida de un sacerdote que amó de verdad a los jóvenes, especialmente a los más carenciados, con un amor generoso y sin límites.


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